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En Gijón, el espíritu de la historia y la naturaleza se entrelazan en una sinfonía única que captura el corazón de quienes la visitan. Los romanos, con su inigualable visión, fueron los primeros en enamorarse de este lugar privilegiado, donde la tierra se encuentra con el mar en una costa llena de encanto y majestuosidad. En el Campo Valdés, a orillas del Cantábrico, construyeron sus termas, testimonio de una época en la que Gijón, entonces conocida como Gigia, ya era un lugar de promisión. Los aborígenes, expertos en el trabajo de los metales, convivían en esta tierra fecunda, rodeada por arenales como el de San Lorenzo, y por suaves montañas y valles que abrazan la ciudad. Hoy en día, la grandeza de Gijón se puede contemplar desde el Cerro de Santa Catalina, donde la escultura "Elogio del Horizonte" de Eduardo Chillida se erige como símbolo de la ciudad, un homenaje al mar y al viento, a la libertad y al futuro.
Caminando por Cimavilla, el casco histórico de Gijón, cada piedra y cada esquina susurran dulces relatos de épocas pasadas, como si el viento que acaricia sus calles aún trajera consigo las voces de quienes las habitaron. El imponente Cerro de Santa Catalina, bautizado como el Gibraltar de la Bahía de Vizcaya, se alza majestuoso, guardando en su interior siglos de historias y secretos. Este lugar, testigo de innumerables batallas y escenario de romances olvidados, fue durante siglos un enclave defensivo crucial, donde los romanos, fascinados por la belleza de la región, dejaron su huella indeleble en forma de murallas y termas. Estas construcciones, que aún hoy asombran y enamoran a quienes las visitan, son testigos silenciosos del paso del tiempo.
Al deambular por las calles empedradas de Cimavilla, uno no puede evitar sentir una profunda conexión con el pasado. Es fácil imaginar cómo, en tiempos antiguos, la villa se convertía en una isla con la subida de la marea, aislada del resto de la ciudad, al igual que el mágico Mont Saint-Michel. Este fenómeno natural, tan poético y misterioso, añadía un halo de encanto a la ya fascinante Cimavilla, que parecía flotar en un mar de historias y leyendas.
La evolución de Gijón desde este núcleo original hasta la vibrante urbe que es hoy se refleja en su rica arquitectura, donde edificios emblemáticos como la colegiata, el majestuoso Palacio de Revillagigedo, el imponente ayuntamiento y la antigua iglesia de San Pedro narran con su sola presencia la historia de una ciudad que ha sabido crecer sin perder su alma. Cada paso por estas calles es una inmersión en la historia, una experiencia que, como un suave suspiro, te envuelve y te conecta con la esencia más profunda y romántica de Gijón, donde el pasado y el presente se entrelazan en una danza eterna bajo el cielo cantábrico.
Gijón no es solo historia; es una ciudad que vive y respira con un espíritu cálido y acogedor que se siente en cada esquina. Sus habitantes, con una hospitalidad innata, han hecho de sus calles, plazas y bulevares un hogar al aire libre, donde cada rincón invita a disfrutar de la vida con una naturalidad contagiosa. Aquí, la vida cotidiana se celebra en las sidrerías, terrazas y mercados, que son mucho más que simples lugares de encuentro; son el corazón palpitante de la ciudad, el escenario perfecto para compartir risas, conversaciones y momentos que se transforman en recuerdos inolvidables. Las calles se llenan de música y teatro, los eventos culturales brotan en cada esquina, y cuando el buen tiempo llega, la Cuesta del Cholo se convierte en un auténtico anfiteatro de alegría, donde el escanciado de sidra se convierte en un ritual que celebra la vida, la amistad y la camaradería. Es en estos momentos, en medio del bullicio y la alegría, cuando Gijón revela su alma marinera, ese espíritu indomable que ha perdurado a lo largo de los siglos, desde los tiempos en que su puerto era el corazón de la actividad pesquera y el punto de partida de tantas historias de mar y tierra. Aquí, entre la brisa salina y el eco de las olas, se siente la esencia de una ciudad que, aunque ha evolucionado con el tiempo, mantiene intacta su identidad, esa mezcla perfecta de tradición y modernidad que la convierte en un lugar donde siempre hay algo nuevo por descubrir.
A los pies de la antigua Gigia, el puerto deportivo de Gijón es un mar de mástiles que se alzan hacia el cielo, reflejando la luz del sol sobre las aguas tranquilas. Este puerto, que en el pasado fue un vibrante centro pesquero, sigue siendo un lugar lleno de vida, donde se respira la esencia marinera que define a Gijón. Pasear por el puerto es dejarse llevar por la brisa salina y la serenidad del mar, es conectar con una tradición que ha dado forma a la identidad de la ciudad. Gijón es un lugar donde el pasado y el presente se encuentran en una danza armoniosa, una ciudad que invita a ser descubierta y vivida, donde cada esquina guarda una historia y cada día es una nueva oportunidad para enamorarse de su belleza y su gente.
Gijón es más que un destino; es una experiencia que envuelve todos los sentidos. Desde sus raíces romanas hasta su vibrante vida moderna, la ciudad ofrece una mezcla única de historia, cultura y naturaleza. Aquí, cada rincón tiene una historia que contar, y cada momento vivido se convierte en un recuerdo imborrable. Ya sea contemplando el horizonte desde el Cerro de Santa Catalina, paseando por las calles llenas de vida de Cimavilla, o disfrutando de la calidez y hospitalidad de su gente, Gijón te invita a sumergirte en su esencia y a descubrir por qué aquellos que la visitan, se enamoran de ella para siempre.
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