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En el rincón más extenso y encantador de Asturias, Valdés emerge como un paraíso donde la historia y la naturaleza danzan en una celebración de vida y belleza. Aquí, el tiempo parece detenerse, permitiendo que cada instante sea una experiencia inolvidable. En el Parque de la Vida, donde cefalópodos de dimensiones extraordinarias nadan en las aguas del Cantábrico, uno no puede evitar maravillarse ante el misterio y la grandeza de la vida marina, un testimonio del asombroso tapiz de biodiversidad que define esta región. La esencia de Valdés se enriquece aún más con el legado del ilustre Severo Ochoa, el único Premio Nobel español de Medicina, cuya innovadora investigación en la sintetización del ADN celular ha marcado un hito en la biomedicina. Este es un lugar donde el pasado y el presente se entrelazan en una sinfonía de descubrimiento y admiración.
Luarca, la joya costera y capital de Valdés, revela su esplendor en cada rincón de su encantadora arquitectura blanca, que brilla intensamente contra el verde vibrante de los campos asturianos y el profundo azul del mar. La villa, apodada la "Villa Blanca de la Costa Verde", no solo encanta por su belleza visual, sino también por su profunda conexión con la historia. Aquí, en la cuna del Nobel Severo Ochoa, Luarca se viste de gala con el eslogan “Luarca, Villa de Nobel”, un reconocimiento a su lugar destacado en la historia de la ciencia. Cada calle de Luarca, cada rincón del puerto, está impregnado de una serenidad y un encanto que hacen que cada visita sea un viaje al corazón de la tradición y la historia.
El Cabo de Busto, con su faro majestuoso y sus acantilados imponentes, ofrece un escenario dramático y romántico donde la tierra besa el cielo. La ruta de senderismo PR. AS-4 “Cabo de Busto” lleva a los caminantes a través de verdes llanos y a lo largo de altos acantilados, donde los miradores ofrecen vistas panorámicas de una costa dramática y cautivadora. Aquí, el susurro del viento y el rugido de las olas crean una sinfonía natural que toca el alma y despierta un profundo sentido de conexión con la tierra.
En el corazón de Valdés, la Reserva Natural de la Playa de Barayo ofrece un refugio de tranquilidad con su belleza salvaje y pura, mientras que el Paisaje Protegido de las Hoces del Río Esva cautiva con sus paisajes grandiosos y su serenidad majestuosa. El Valle de Paredes, galardonado con el Premio Princesa de Asturias al Pueblo Ejemplar en 2001, y los pintorescos pueblos de Brieves, con sus arcos de piedra que evocan tiempos antiguos, te invitan a un viaje en el tiempo. Cada rincón de Valdés es una oda a la naturaleza y la cultura, un lugar donde la belleza, la historia y la tradición se entrelazan en una experiencia romántica y sublime que deja una marca imborrable en el corazón de quienes tienen el privilegio de visitarlo.
Entre los encantos que adornan Valdés, el Mirador de La Regalina en Cadavéu ofrece uno de los panoramas más cautivadores de la región. Desde aquí, la vista se despliega como un lienzo pintado por la mano de un artista, donde el mar Cantábrico se funde con el horizonte en un abrazo eterno. La brisa suave acaricia el rostro mientras el sol se pone, pintando el cielo con matices dorados y rosados que se reflejan en las aguas tranquilas. Este rincón mágico invita a los visitantes a perderse en sus pensamientos, a soñar despiertos mientras se contempla la danza de la luz sobre el océano. Es el lugar perfecto para una escapada romántica, donde cada instante se convierte en una memoria atesorada y cada paisaje en un poema visual.
En el Cabo de Busto, la inmensidad del océano y el dramático perfil de los acantilados crean un ambiente de sublime grandeza. Al caminar por la senda circular de la ruta PR. AS-4, uno se siente como un aventurero en un cuento de hadas, explorando un mundo donde la naturaleza y la historia se entrelazan de manera mágica. Los miradores ofrecen vistas de ensueño, donde el rugido del mar y el canto de las aves marinas se mezclan en una melodía que resuena en el corazón. Aquí, cada paso revela un paisaje más deslumbrante que el anterior, un recordatorio constante de la belleza sin fin que la vida tiene para ofrecer. Valdés es un lugar donde cada rincón cuenta una historia de amor entre la tierra y el cielo, un destino romántico que promete momentos inolvidables y una conexión profunda con la esencia pura de la naturaleza.
Valdés se revela como un verdadero paraíso en el corazón de Asturias, donde la historia, la naturaleza y la cultura se entrelazan en una danza de belleza y evocación. Desde las suaves olas que acarician las playas y calas de su costa hasta los majestuosos acantilados del Cabo de Busto que desafían el horizonte, este concejo ofrece una experiencia de viaje que va más allá de lo visual. Es un lugar donde el pasado y el presente coexisten en perfecta armonía, reflejado en la arquitectura de la Villa Blanca de Luarca y el legado del Nobel Severo Ochoa, cuyos logros resuenan con orgullo en las calles de su villa natal.
El Parque de la Vida, con sus cefalópodos de dimensiones extraordinarias, y el Paisaje Protegido de las Hoces del Río Esva, con su exuberante verdor, son testamentos vivientes de la riqueza natural de Valdés, mientras que el Valle de Paredes y Brieves nos cuentan historias de tiempos antiguos a través de sus arcos de piedra y su entorno idílico. Cada rincón de este rincón asturiano, desde el pacífico mirador de La Regalina hasta la ruta de senderismo del Cabo de Busto, invita a los visitantes a una inmersión total en una experiencia sensorial, donde cada vista y cada respiración se transforman en momentos de pura magia.
Valdés es más que un destino; es una celebración de la vida en su forma más pura, un lugar donde la historia y la naturaleza se entrelazan para ofrecer una experiencia que nutre el alma y despierta los sentidos. Ya sea caminando por sus senderos, explorando sus playas o sumergiéndose en su rica herencia cultural, cada visita a este lugar mágico promete ser una travesía inolvidable, donde el tiempo parece detenerse y la belleza natural y humana se fusionan en una sinfonía perfecta. Valdés no es solo un lugar para visitar, sino un recuerdo para atesorar y una experiencia que resonará en el corazón mucho después de partir.
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